05 agosto 2014

Predicación 3.08.2014: UN TIEMPO CERCA DE DIOS.


1 Samuel 28 / Jueces 16

En ocasiones los seres humanaos nos habituamos al desarrollo de las cosas… vemos nacer, vivir y morir. Durante el nacimiento todo es un éxtasis, algo nuevo ha entrado y está llenando sumamente nuestro existir, conforme pasan las horas, los días, los meses y los años, dicha relación puede crecer significativamente, y estando en la cima algo extraño sucede. Piensas que haz llegado al tope, que no hay nada más. Bajo dicha conclusión se tiende a bajar de la cima… abandonando lentamente una relación que un día lleno enormemente tu existir. Es una pena porque ahora tienes un faltante muy grande en tu corazón, lo más probable es que lo llenes de una serie de cosas comunes.

Lo que debo remarcar especialmente es que de este “proceso” de olvido o alejamiento no nos damos cuenta. Más aun en la relación que tenemos con Dios, no tenemos la más mínima conciencia de lo infinitamente lejos que estamos o nos alejamos de su presencia espiritual. Para que te des una idea… haz memoria… ¿Recuerda aquel momento en que sentiste que el corazón te explotaría? Ese día estabas adorando u orando a Dios… sentiste vívidamente que Él tocó tu corazón con la delicadeza de un cuchillo que atraviesa la mantequilla, solo que su mano atravesó una piedra. Ahora compara ese momento inexplicable con la última gran fiesta con tus amigos, compara ese momento con la última gran película que viste, con la última canción que te sacudió, compara ese o esos momentos con el primer beso de amor, con la primera vez que lograste conectarte por ti mismo al internet… con la satisfacción de recibir un dinero por tu trabajo. Pues bien, tú mismo podrás deliberar el resultado, dicha comparación nos ubica exactamente en la posición de que tan lejos estamos de Dios y que tan cerca estamos de nuestro mundo propio.

En resumen: Si antes buscaste y tenías a Dios tan cerca de ti que admiraste su gloria espiritual… (ya sea por una hora, un día, un mes o un año) Ahora ya no, ya no le buscas con el mismo fervor de antes y ya no lo tienes cerca de tus expectativas de vida común. El éxtasis pasó y probaste ir a la cima. Otras cosas provocan en ti el éxtasis... Pero, ¿Llegará el momento en que este hecho golpee tu vida tan fuerte que caerás al suelo suplicando de nuevo la atención del creador?

Como un rey, que conquistó y dio libertad, tu relación con Dios algún día fue cercana y poderosamente sensible a su presencia. Hoy ya no es así, aunque tu creas que sí. Un rey que se aleja de Dios sabrá tarde o temprano que su reinado está gobernado por otras fuerzas. Algo que el rey no desea comprender es que la tierra donde cree que es el gobernador ni siquiera es de él y la gente que el cree gobernar no son de su pertenencia. Por lo que la expulsión y derrocacion es inminente.  Ese día llorara y crujirá sus dientes de impotencia.

Pero no deseo enfocarme en ese tipo de “conquistadores” sino en las personas que se dan cuenta antes y justo a tiempo para poder ubicarse en un reino imperecedero.  Durante un momento de lucidez, notamos que nos hemos alejado de Dios, en dicho caso lo primero que debería venir a nuestro corazón es un sentimiento de enorme soledad. Una tristeza casi inconsolable. Podría usted ver que el máximo amor de su vida se esta alejando de usted,  y lo que es peor, se esta dando cuenta que es usted quien se aleja, construye y pelea incluso por poner  distancia entre los dos. Mucho ha oído y ahora sospecha que Dios no es quien los cristianos dicen representar. Pero ahora se ubica usted mismo en algún lugar lejano de lo que se supondría es estar en la presencia espiritual de su creador. La causa o las causas pueden ser diversas y complejas, digamos por ahora que este alejamiento ha sido por motivos circunstanciales y no circunstanciales.

Recordemos la historia del gobernador Sansón… el amor y deseo que sentía él por Dalila pudo ser poderoso, tanto que él le confió a ella la raíz de su relación con Dios. En algún punto Sansón el gobernador y poderoso varón se alejo de Dios y Dios de él. Sansón revela a Dalila la fuente de su poder, secreto que le confió justificado por su amor… Así es, el amor que tenemos por el mundo, el dinero, el trabajo, la ciencia  e incluso por las personas (amigos, familia y pareja) es capaz de cegarnos. Un desequilibrio o desbalance de estas relaciones mundanas actúan en contra del reino de Dios y somos nosotros mismos quienes decidimos que tanto tiempo pasamos o no pasamos con el creador de esas cosas.

Esto es cuando las bendiciones substituyen al dador de dichas bendiciones.  Estar bien pude hacernos sentir superiores e independientes. Desde el punto de vista moderno esto es normal y correcto, el éxito amerita celebrarse, ¡Usted merece disfrutar lo que tiene…! ¿Y si eso significa desatender tu relación con Dios… y si eso significa desatender al pobre… y si eso significa idolatrar y defender lo que ahora tiene? ¡Que le vamos a hacer! Esto último es el primer escalón hacia abajo. Tu bajada será indolora, incluso divertida, satisfactoria… porque no amas ni amaste a Dios, solo creíste amarlo, fue solo un lapsus emocional. Solo deseabas saber que se siente estar en la cúspide espiritual, solo buscabas una experiencia que substituyera por un tiempo los faltantes emocionales y no espirituales de tu vida.   

Este es el caso de miles de personas que se acercan a una iglesia, por un día, un mes o un año… no saben que se acercaron a una iglesia y no a Dios. Alejarse luego no representa ningún dilema o problema, porque jamás amaron a Dios, solo simpatizan con la idea.

No fue así para el rey Saúl o para el gobernador Sansón quienes amaron mucho a Dios aunque al final optaron por amar más sus bendiciones.
Podemos imaginar el terrible dolor emocional que cruzo Sansón dentro de su debilidad al sentirse fuera de la jugada. Una depresión cegada dentro de un abandono inconsolable. Igual que el rey Saúl… fue tal su sentimiento de abandono, y fue devastador cuando finalmente comprendió que había sido el mismo Saúl quien había provocado tal separación.

El máximo amor de tu vida no te habla, no atiende tu oración, no escucha tu alabanza, no acepta tu ofrenda. Como hacerlo si te has colocado en el lugar más lejano que encontraste para vivir. Que horrible depresión la que te hace caer al suelo conquistado por tu propia banalidad.

Nada ni nadie justifica tu alejamiento, digo que puede ser circunstancial o no, pero por más que ocultes tus acciones (buenas o malas) el hecho es que estas lejos de Dios. Si esa “relación” lejana que tienes con Dios no provoca en ti tristeza… déjame decirte que jamás amaste esa relación. Si por el contrario, sientes dolor por el amor lejano, ese triste sentimiento es señal de que el amor de Dios no muere aunque este desatendido. Aun en el lugar más lejano e inextensible, Dios es capaz de hacerse presente siempre y cuando le invoques y despliegues libre albedrio en dirección a tu creador.

Para todo Saúl existe un David.  Es decir, después de todo, Dios está buscando verdaderos adoradores, que le adoren en espíritu y en verdad. El atiende tu propuesta, pero si no hay una gota de amor en tu supuesto interés… nada ocurrirá que sea trascendental.

Ahora bien, tú sientes que en tu corazón existe amor. El que ama no se aleja del amor mismo, pues Dios es el amor mismo. Toma ese amor en tus manos, acércate mas y mas, buscando la presencia incomparable de Dios. Mientras más cerca logres estar de Dios mayores serán tus posibilidades de una vida plena en este mundo y por supuesto en el mundo venidero.

Por eso dicen que el primer y más importante paso es reconocer. Esa una confesión de fe:
“Señor, sé que tiendo a alejándome de ti, a veces poco a veces mucho,  no aceptaba ese hecho porque la mente juega con cartas muy validas de vida y de cotidianidades. Circunstancialmente o no, entiendo que si te amara yo en espíritu y en verdad las cosas entre nosotros serían sublimes y no monótonas. Perdóname y acércame a ti.  Aunque he tenido momentos clímax en nuestra relación, comprendo que nuestra relación no es de momentos, días o años, sino que debe estar fundada en un futuro altamente promisorio para ambos. Llevando esta oración a la realidad, digo como pacto: nada ni nadie me separa de ti… ni si quisiera yo mismo.”

(Escrito: C.zar © SdeC Comunidad Cristiana Interdenominacional)