07 agosto 2008

*Predicación 20/07/'08 “Desde el Jardín”

La vida crece y se renueva cada día, hace años leí un libro llamado “Desde el Jardín” en el se narraba la historia de un jardinero, tardo mentalmente, que por azares del destino se ve involucrado en un ambiente de poder al cual no pertenecía, es por ésta misma secuencia de enredos que se le pregunta sobre las podas presupuestales a lo que él responde “las podas son buenas, pues dan forma al árbol y estimulan su crecimiento”.

Dios en su inmenso poder nos dio forma, a su imagen y semejanza y dispuso todo un sinfín de seres vivos, y cosas para que los domináramos e hiciésemos buen uso de ellos. Pero su obra no concluyó ahí. Él nos sigue podando y dando forma día tras día, nos poda, nos fortalece, nos deshierba, nos abona, nos riega, nos trasplanta, etc. Algunas de estas cosas podrían parecer agresivas, pero cuando vemos un hermoso jardín lo que vemos además de la belleza de las plantas es el cuidado que el jardinero ha dedicado, el fruto de el esfuerzo y todas las labores antes descritas son necesarias.

Un árbol que no produce es desterrado del huerto para dejar a otras plantas nuevas que crezcan y den flor y fruto. El árbol que ya murió es derribado y eliminado junto con la hierba seca, que sirvió y adornó el jardín, pero que ya no cumple esa función, lo viejo a pasado y hay que dar paso a lo nuevo, eso no quiere decir que no sirvió. Lo hizo y mucho, éste jardín que vemos hoy se formó y creció gracias a las primeras plantas que vencieron la maleza, por las que fue aflojada la tierra, sus hojas secas abonan suelo, sus ramas alguna vez fueron el descanso de aves, sus troncos casa de animales y sus raíces oxigenaron el suelo que hoy es más fértil, gracias a eso, pero sobre todo a la sabiduría y a la intención del jardinero que las plantó allí.

El jardinero fue quien trasplantó aquellas plantas que no podían florecer en la ciudad de Egipto, que era el pueblo de Israel, el cuál fue trasplantado a la tierra prometida, y quien trasplantó a Adán y a Eva de el jardín del Edén a la tierra, quien trasplantó a Elías, de Israel a Sarepta y todos los apóstoles que dejaron sus familias, sus casas, su tierra y se fueron a los lugares lejanos que Dios les había encomendado. Pero no sólo fueron trasplantados, también fueron regados, alimentados, abonados en su espíritu y no paró es eso porque si ustedes recuerdan algún aspecto de su vida, la historia generalmente no termina como Blanca Nieves. Y vivieron felices para siempre, pues no pasa así.

Por eso el que basa sus expectativas a futuro en cuentos de hadas, está destinado a desilusionarse mucho. Pero si basamos nuestra vida en Dios y la Biblia, esto nos habla de cómo es la vida con Dios y nos damos cuenta de que en está vida no hay finales felices, sólo reales, humanos y en lo humano nada es perfecto, por eso esa recomendación, no se amolden a ésta vida, todo en ésta vida es pasajero. Si tú basas tu seguridad en las cosas que ahora tienes, si tú basas tu felicidad en lo que has adquirido, te informó que te prepares para sufrir y mucho. Lo único eterno que tenemos es Dios.

Si yo me vuelvo la rama leñosa o pesada, el viento me tumbará, no importa cuanto fruto haya dado, no importa cuan verde haya sido, no importa cuantas flores bellas hayan adornado el jardín, si se vuelve rígida, inflexible, pesada, se caerá, el viento la tumbará y causará daño al árbol en su caída claro está, pero el árbol se recuperará y la herida sanará. No nos sintamos mal, a todas las plantas les pasa y eso les da su forma característica y lo verde, lo nuevo prevalecerá. Nosotros como árboles podemos caer, al caer y pensar que las cosas deben de ser como nosotros creemos y entendemos que son.

Dios vino a dar sabiduría donde menos se creía para que los sabios se bajaran de su pedestal. Para que no nos vanagloriemos, para que el poder y el control se lo diéramos a Él. Porque todo fué hecho por Él y para Él. Dios no te tomó a tí para que el mundo fuera y pensará como tú, ese trabajo, ese ejemplo está en Cristo, porque él es el barón perfecto.

Las palmeras son elásticas y difícilmente un huracán las tumba, se pueden ladear hasta el suelo y vuelven a recuperar su posición, cuando un árbol es joven es muy flexible y así aunque es pequeño puede resistir los embates de un fuerte viento. Dios no nos pide que nos dejemos arrastrar por el viento, si se dan cuenta estas plantas están fijas al suelo, lo que se mueve es su tronco y sus ramas, pierden algunas hojas pero el árbol sigue y está vivo porque está aferrado al suelo. El secreto de la eterna juventud no está en la apariencia, en la corteza, esa cumple otra función, la juventud se ve en lo flexibles que podemos ser, en lo rápido que nos recuperemos.

Pero no nos desviemos, las podas nos duelen, nos cambian, nos hacen fuertes, Dios podó a todos estos personajes que conocemos, podó a Ruth quitándole los hijos y le dio nueva vida, podó a Job y renació, podó a Josué, y todos se dolieron de sus heridas, pero estas mismas dolorosas heridas los volvieron los hermosos árboles, rosales, etc. en que se convirtieron. No porque se quedaron doliéndose de ellas, sino porque se recuperaron.

Es triste perder algo que amábamos y es más que seguimos amando a pesar de no tenerlo, pero debemos estar confiados en que esa pérdida cumple un propósito más elevado y esa rama y esa hoja a la que añoramos, cumplió su misión, su propósito en éste tiempo, en ésta vida lo único constante es que todo cambia. Y no podemos ni debemos sucumbir a las pérdidas, podemos llorar, lamentarnos, pero debemos recuperarnos y seguir viviendo, es verdad nunca volveremos a ser los mismos y esa es la razón de la poda, allí estriba su milagro, el motivo, la causa. ¿Para qué querría alguien podar un árbol esperando que tenga la misma forma que tenía antes de ser podado? Se poda para que adquiera cierta forma, ciertas características, se espera que dé mejores frutos, se espera que sea más fuerte, se espera que tenga una mejor forma, para quitarle una plaga o enfermedad.

Créanme… a mí me cuesta decir que debemos regocijarnos en la voluntad de Dios y más cuando ésta voluntad me está quitando algo que amo, nos revelamos y decimos ¿Porqué a mí?, ¿Porqué yo? ¿Porqué ahora que todo iba tan bien? y ¿Porqué no? ¿Quiénes somos nosotros? Nos hemos acomodado tanto a este mundo, nos gusta tanto, que nos creemos el centro sobre el cual gira la voluntad de Dios. Y nos da vergüenza, nos escondemos, nos amargamos, quedamos resentidos, ¿Contra quién? ¿Contra el de al lado? ¿Contra lo que perdimos? ¿Contra Dios?, pues contra quién debemos estar resentidos es contra nuestro olvido. No se trata de nosotros, se trata de Dios, no nos acostumbremos a este mundo, todo pasará sólo Dios es eterno y solo Jesús salva.

(Escrito: Gerardo © SdeC Comunidad Cristiana Interdenominacional, Imagen cortesía de ©Corbis)

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